Escarbando en las redes en busca de activismo, llegamos a esta reseña hecha por un cronista que presencio y contò la primer ediciòn del festival Hip Hop es respeto en 2010. Un festival organizado en el barrio de La Boca por bandas y pibes que se manifestaron contra las polìticas marginalistas del gobierno de la ciudad de Buenos Aires y la gestion de Macri. Ya desde el llamativo flyer y la onda de los artistas que iban a tocar se dejaba ver un gesto combativo y de compromiso por protestar por mejores condiciones y menos corrupciòn.
“Hip hop es respeto”: arte, lucha, convivencia y diversidad
Esa fue la consigna con la que DJs, graffiteros y curiosos se juntaron el sábado pasado para participar de un festival artístico que tuvo como finalidad denunciar la “política fascista” del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires en los espacios públicos. “Tratamos de mostrar nuestro arte en las plazas, que son espacios públicos. Tenemos derecho a difundir lo que hacemos con libertad”, afirmaron con tono de fastidio.
Buenos Aires, abril 20 (Agencia NAN-2010).- Sin mucha más publicidad que el boca en boca y con el apoyo de los conocidos del circuito que hicieron correr la voz, el Primer Festival Hip Hop es Respeto reunió a un puñado de vecinos, teatreros, curiosos y punks en la Plaza Islas Malvinas, en el corazón de Catalinas Sur, en La Boca, para escuchar y ver las expresiones artísticas de colectivos musicales y plásticos, que le pusieron calor y color al sábado a pesar de las nubes que hicieron dudar a los organizadores sobre la realización del encuentro. Por correo electrónico, la convocatoria anunciaba la presencia de más de 15 artistas independientes --entre MCs, B-boys, graffiteros y DJs--, en un flyer con los colores institucionales del PRO y una sugestiva dosis de ironía en una caricatura del jefe de Gobierno de la Ciudad con una consigna por demás elocuente: “Fuera Macri fascista: haciendo hip hop en Buenos Aires”.
Aunque el comienzo estaba anunciado para las 14, por esas gambetas del tiempo --sumado a los pifies de los pronosticadores climáticos--, los dos parlantes, la consola, la potencia y el mixer no sonaron hasta bien entrada la tarde. ¿Por qué? Los músicos no se animaban a enchufar equipos ni a armar nada hasta despejar la amenaza de lluvia, esperando la confirmación de los colegas que habían anticipado su participación. Además de hip hop, reggae, ragga, crunk, grime, hardcore y otros subgéneros que hicieron rapear y bailar a los presentes hasta la noche, la movida sumó a un grupo de graffiteros que pintaron el paredón del viejo frigorífico La Pampa. Si el slogan de la convocatoria dejaba lugar a dudas, el blog de difusión iba un poco más allá y aclaraba: “No somos una productora, no somos managers ni empresarios en busca de nuevos talentos”.
Para llegar a la Plaza Islas Malvinas es necesario sortear un cementerio de autos que descansan debajo de la Autopista Buenos Aires-La Plata, frente a las oficinas de Buquebús. Un mini anfiteatro aparece delante de una fuente semivacía, donde un pibe insiste en pasar una y otra vez con su bicicleta, empujando una pelota de fútbol que flota sobre el agua turbia, ante la mirada ausente del Estado porteño que abandonó la conservación de los espacios públicos de éste y otros barrios del sur de Buenos Aires. “Se trata de mostrar nuestro arte en las plazas”, arremete Oly, DJ encargado de abrir la sesión musical con un set de sound system en formato radio en vivo. Y agrega: “Precisamente por eso, porque son espacios públicos tenemos derecho a difundir lo que hacemos y disfrutarlo aquí sin la obligación de contar con la autorización de Macri; si buscáramos permiso del gobierno, estaríamos perdiendo nuestra libertad”.
Julián o DJ Chik o.p o Kaya, como quieran llamarle, es vecino del lugar y referente de Kaya Dub Sistema, proyecto que contó en 2004 con el apoyo del Karamelo Santo Goy Ogalde para el lanzamiento de Reggae de La Boca, su primer EP. Conoce a la perfección el ritmo del barrio y el sentido del festival. Motivado por el tema de la independencia, se arrima a la charla con Oly y amplía el concepto: “No formamos parte de ningún partido porque no nos interesa la política partidaria. Si bien todos tenemos una ideología, nuestro compromiso es con el arte, con la música. Somos raperos”, sintetiza. La misma firmeza se repite en el saludo de bienvenida de quienes esperan con la paciencia de la araña a los que llegan. “¿Qué pasa acá? ¿Cómo anda la gente?”, pregunta Oly, el hombre de pantalones rojos anchos, gorra de costado y remera con el rostro de Martin Luther King estampado en su pecho.
"Está re bueno que organicen este festival", susurra Lucía, una vecina que roza los veinte años y que pasaba por la plaza. Decidió quedarse para seguir de cerca el armado de los parlantes, los llamados de los cantantes que preguntaban si el espectáculo finalmente se suspendía y la llegada de otros con discos en sus mochilas. Lucía conversa con todos como si se conociera de toda la vida y no disimula su enojo: "Acá, la policía se ortiba todo el tiempo por las constantes denuncias de los vecinos de esos edificios. Pero nosotros les decimos que somos del barrio, que vivimos acá". Los edificios de los que habla Lucía y que señaló con su dedo índice fueron construidos para miembros de la Prefectura Naval Argentina. Kaya también tiene la marca del asedio policial en la memoria. “En diciembre del año pasado, armamos un festival punk contra el fascismo y cayó el grupo GEO. Fue una cagada", recuerda, con tono de fastidio.
Mientras todos y todas conversan sin necesidad de presentaciones formales --saludándose, ellos, golpeando palmas para luego chocar puños--, una cuadrilla de chicos de no más de 20 años se desprende unos metros de la ronda ocasional alrededor de la Verde María. Bajan una escalinata que los lleva a la extensa pared del frigorífico que utilizarán, a modo de lienzo, para comenzar a trabajar y grabar formas, siluetas, apodos con los que se conocen entre sí y se identifican en las calles. La intervención urbana toma forma en las manos de Bano, Silen, More, Creas, Zeke, Bigo, Okazo y Mantas. Los graffiteros dividen la pared en partes iguales y echan a rodar los aerosoles con precisión quirúrgica. En poco más de una hora y media, el frío muro de concreto se transforma en un panel digno de cualquier museo de arte pero al aire libre, sin salas por recorrer ni la inoportuna visita guiada. Para realizar cada una de las piezas donde conviven trazos finos y gruesos, 3D, gelatinas y difuminados, los pibes juntan, haciendo changas, entre 80 y 100 pesos.
A la izquierda del panel-graffiti, un inmenso mural recuerda el Séptimo Encuentro de Teatro Comunitario y observa de reojo la faena de los pibes, que respetan ese espacio sin tocarlo con sus aerosoles porque saben lo que representa para el barrio. “Para nosotros, cualquier consigna, hasta las políticas, es considerada graffiti”, afirma More, con la misma fuerza que mostraban Kaya y Oly anteriormente, pero sin tantos años en esto de la cultura urbana. “Nos interesa fomentar la comunicación, la hermandad y la cooperación entre la gente”, anunciaba el blog Hip Hop es Respeto. La tarde del sábado en La Boca fue eso: arte y consigna política pero sin banderas que separen. Diversidad y convivencia.
Hip hop, reggae, rap, ragga, dancehall, sound system y graffitis son todas caras de una misma moneda, la del intercambio cultural. Lejos de la estigmatización pandillera, de la simple copia de modelos culturales de megaurbes internacionales y del circuito comercial, se despiertan las voces y los aerosoles de pibes y pibas que tienen mucho por decir y que piden que los dejen disfrutar de los espacios públicos haciendo lo que mejor saben hacer: contar lo que pasa en los barrios empuñando el arte en sus manos.
Por Adrián Pérez
Fotografías de Mariano Iñiguez y Juano Dearma
Fuente: Agencia NAN y Hip Hop es Respeto.
0 comentarios :
Publicar un comentario