Home » , , , , , » E.E.R.: Entra al Wu Tang, una interesante introduccion al clan.

E.E.R.: Entra al Wu Tang, una interesante introduccion al clan.

Written By Fde on 3.1.14 | 3.1.14


Sirva este artículo a modo de introduccion al fenomeno de la banda Wu-Tang Clan para aquellos que no conozcan y a modo de regocijo para aquellos que si, para los fanaticos y los que han sabido entender el papel que el grupo ha jugado en la lista de discos imprescindibles del rap. Una revisión, disco a disco, año a año y rapper a rapper, del grupo que trajo otra onda al hip hop en 1993.




Wu Tang Clan; una introducción.
Por David Broc.


¿Quiénes son exactamente y en qué reside su importancia? Si aún no sabes cómo cambiaron la historia del hip hop en 1993, sigue leyendo.

Wu-Tang Clan, serán una da las bandas más recordadas porque les avala uno de los mejores discos de todos los tiempos, “Enter The Wu-Tang (36 Chambers)”, el lanzamiento al estrellato de un puñado de MCs que han hecho historia y, sobre todo, la irrupción más arrolladora y dominante que ha protagonizado un grupo de hip hop en los últimos veinte años.


1993.

Como es probable que muchos llamados "fans" del Wu ni tan siquiera hubieran nacido por entonces, aquí va una rápida polaroid de lo que ocurría en el mapa musical de 1993. Unos meses antes Dr. Dre había puesto patas arriba la escena hip hop norteamericana con el lanzamiento de “The Chronic”, su primer disco en solitario tras la ruptura de N.W.A. El fulgurante éxito de ventas del álbum no solo propició el asentamiento del sello Death Row Records, y todo lo bueno y malo que ello conllevó poco después, sino también el aterrizaje de un desconocido, Snoop Dogg, por aquel entonces Snoop Doggy Dogg, y el regreso del rap de la Costa Oeste a las portadas de la prensa, a los programas de radio y televisión y a los walkman de los chavales. Y esto era noticia. Noticia porque desbancaba la hasta entonces poco discutida y/o discutible hegemonía del rap neoyorquino y porque promovía la difusión, expansión y popularización de un determinado tipo de sonido que divergía, y de qué manera, del que por esa época asociábamos al género, con un acento más melódico, suave y accesible. La sensación entre los seguidores del hip hop de la Costa Este era parecida a la de los jugadores de baseball norteamericanos cuando empezaron a perder contra selecciones como Cuba, Japón o República Dominicana. El G-Funk, así es como conocíamos el estilo que se estaba cociendo en California, se convirtió en cuestión de meses en el sonido de moda y en el referente de decenas de productores y MCs que se lanzaron en carpa al cut and paste para sacar tajada de lo que había patentado Dre en su puesta de largo. Todo lo bueno y rompedor que aportaba “The Chronic” se convertía en fórmula y remedo en el discurso de aquellos imitadores que saquearon sus coordenadas. Y la sensación de que podía convertirse en un virus extendido y difícil de parar acabó instalando un canguelo generalizado que no podía frenar ni el mejor dodotis del mercado.

“Enter The Wu Tang (36 Chambers)” 1993


En Nueva York seguían publicándose grandes discos –“Midnight Marauders”, de A Tribe Called Quest; “Return Of The Boom Bap”, de KRS-One; “Bacdafucup”, de Onyx… y muchos otros–, pero ninguno de ellos traía consigo el espíritu revolucionario que un año antes implantó “The Chronic”. Y para contrarrestar el efecto casi apocalíptico de aquello –incluso Ice Cube se pasó al G-Funk en el infravalorado “Lethal Injection” después del terremoto boom bap de “The Predator”– Nueva York necesitaba algo gordo de verdad, un disco que hiciera historia, desmembrara el vendaval californiano y devolviera el esplendor en entredicho de la Gran Manzana. Era el turno de Wu-Tang Clan y su debut, “Enter The Wu Tang (36 Chambers)”, un torbellino, el mejor remedio contra la enfermedad, la prueba de que todavía quedaba mucha tela que cortar en Nueva York. Su irrupción sorprendió a todos, incluida la industria, que de la noche a la mañana se encontró con la perversa idea de que un grupo de negros aficionados a las películas de kung fu estaba cambiándole la cara al género con un sonido sin trucos ni concesiones melódicas. A finales de 1993, y aunque todavía coleaba el también demoledor éxito de ventas y crítica de “Doggystyle”, ópera prima de Snoop, ya nadie temía a la Costa Oeste: Nueva York había vuelto. Y por la puerta grande.


La pandilla basura.

La Patrulla X, “Los Goonies”, “Cuenta Conmigo”, Los 4 Fantásticos, “El Club de los Cinco”, Los Vengadores,“Reservoir Dogs” o “Los Siete Samurais” tienen en común la idea de pandilla, de grupo cohesionado pero bien diferenciado en que cada miembro adopta un rol definido y distanciado de sus compañeros. En todos esos casos lo que se busca es ampliar el abanico de posibilidades e invitar al espectador o al lector a identificarse con alguno de sus integrantes para reforzar su propia personalidad. RZA, arquitecto musical y también MC, lo tenía muy claro cuando decidió formar Wu-Tang Clan: cuanto más diversificadas estuvieran las identidades y características de los componentes de su proyecto más opciones de triunfo tendrían. Method Man, Raekwon, Ghostface Killah, Ol’ Dirty Bastard, GZA/Genius, Inspectah Deck, Masta Killa, U-God y el propio RZA formaron el primer line-up del proyecto y reservaron su pasaporte para la historia. La idea de un supergrupo parecía ideal por numerosas razones: primero, porque potenciaba y daba pleno sentido a la planificación visual del proyecto; segundo, porque permitía establecer el tan ansiado paralelismo entre los guerreros Shao-lin y ellos; tercero, porque le daba la oportunidad de jugar con numerosas y variadas piezas en un mismo contexto sonoro; cuarto, porque en el caso hipotético de éxito le abría las jugosas posibilidades de lanzar y promover trayectorias en solitario y multiplicar los beneficios; y quinto, porque permitía al público escoger a su MC favorito sin renunciar nunca al propio grupo. El abanico estaba tan bien pensado y guionizado –desde el caos absoluto personificado en Ol’ Dirty Bastard a la filosofía casi zen de GZA– que no había grieta posible en su capacidad de expansión popular. Por bemoles alguno de sus integrantes tenía que despertarte más interés que otro. Y como en tantas otras referencias previas, con eso ya bastaba para fidelizar al público y explotar los debates entre fans del mismo grupo.



La importancia de Wu-Tang Clan se mide tanto por su incursión arrolladora en el mapa musical de inicios de los 90 como por su condición de imperio independiente perfectamente diseñado y planificado. Al margen de su idiosincrasia, de sus particularidades como banda y de su sonido, en el grupo poco parecía fruto de la improvisación: una línea de ropa, toda una iconografía visual ya pensada para sus videoclips, contratos firmados para sus miembros en solitario incluso antes del estallido y un elenco de futuras promesas en cartera para dinamizar su papel de cantera y lanzadera de rappers jóvenes –Capadonna, Killarmy, Killah Priest, Sunz of Men, Shyheim, Royal Fam por nombrar algunos…– daban solidez al proyecto de RZA, que como si se tratara de un ciclo futbolístico, prometió situar al Clan en lo más alto del panorama hip hop en un margen de cinco años. Lo consiguió. Y aquí estamos.


Enter The Wu Tang (36 Chambers)

"Aquello no tenía nada que ver con lo que se estaba cocinando en la Gran Manzana: era un discurso más oscuro, más místico, más desnudo"
Es difícil decir qué hubiera ocurrido en la crónica hiphopística de mediados de los 90 sin la existencia de este disco. En el sentido de que su aparición cambió toda una tendencia y sirvió de acicate, motivación y activo para otros artistas de la zona que reforzaron el cambio de dirección del género. Seguramente “Ready To Die”, de Notorious B.I.G. o “Illmatic” de Nas hubieran asumido con suficiencia ese papel, pero cuesta imaginarse un impacto similar y tan efectivo y demoledor, básicamente porque “Enter The Wu-Tang (36 Chambers)” trascendía la categoría musical para instalarse en una dimensión totalmente diferente que iba más allá de la influencia sonora. De esta también andaba sobrado: RZA, único productor del álbum, se concentró en exprimir al máximo una idea que rompía con las bases ortodoxas del rap neoyorquino. Desde los tiempos de De La Soul, EPMD, Gang Starr, A Tribe Called Quest, LL Cool J o Naughty By Nature, el hip hop de la zona se basaba en una ecuación inamovible: samples de funk, soul y jazz como materia prima, beats boom bap y estribillos pautados. En el debut de Wu-Tang Clan todo era distinto: RZA apostaba por un minimalismo sonoro que rompía frontalmente con la propuesta de sus vecinos, daba alas a lo que un poco más adelante germinaría como horrorcore –actualizado y reivindicado casi dos décadas después por Odd Future–, orquestaba beats de muy diverso pelaje y convertía los extractos de películas de artes marciales en algo más que un recurso conceptual –sonidos de patadas, espadas y luchas como parte del propio loop, pura orfebrería creativa–. Aquello, claro está, no tenía nada que ver con lo que se estaba cocinando en la Gran Manzana: era un discurso más oscuro, más místico, más desnudo y, lo que es todavía más encomiable, más inaccesible, cuatro obstáculos que no frenaron su proyección comercial, más bien al contrario. En los 90 el hip hop underground podía convertirse en un estilo rentable, pero ni las previsiones más optimistas hubieran imaginado que unas canciones de este calibre lograrían las ventas que finalmente alcanzaron en Estados Unidos.

Pero “Enter The Wu-Tang (36 Chambers)” no es una obra maestra únicamente por su manera de presentarse al mundo. Ni por contener algunos himnos imperecederos de la historia del rap –“Protect Ya Neck”, “Method Man”, “C.R.E.A.M.”, “Can It Be All So Simple”…– Ni por introducirnos de golpe y porrazo a un mínimo de cuatro MCs indispensables en la crónica musical de los 90 e inicio del cambio de siglo. También lo es porque enseñó a la escena que era posible conquistar el planeta desde la autogestión y con un plan estratégico previo de autor, sin injerencias de ningún tipo por parte de compañías o ejecutivos discográficos. Hay grandes discos que no han revolucionado nada, y hay discos revolucionarios a los que el tiempo ha pasado factura desde el punto de vista cualitativo. “Enter The Wu-Tang (36 Chambers)”, en cambio, es un disco supremo que lo cambió todo.


Sospechosos habituales.




RZA siempre entendió Wu-Tang Clan como una lanzadera para sus amigos, un punto de partida para que todos ellos pudieran forjarse una trayectoria en solitario que les permitiera disfrutar del éxito y de un modo de vida al margen de la actividad de un proyecto que por sus características especiales –demasiados gallos en el corral– no podría ser la gallina de los huevos de oro durante mucho tiempo. La idea, ampliamente conseguida, no era otra que cada uno pudiera cobrar por sí mismo los cheques de royalties y no tener que dividir únicamente los ingresos que generaba el grupo. El ocho de gala de Wu-Tang Clan, el que presumiblemente aterrizará en Barcelona con la forzosa excepción de Ol’ Dirty Bastard, es este:


RZA.



Padre, arquitecto, jefe, empresario, líder y salvoconducto de Wu-Tang Clan, a RZA la historia le ha reservado un espacio propio principalmente por su estilo de producción y por la larga retahíla de obras monumentales en las que ha estampado su firma. Pero al margen de su labor como productor de “Enter The Wu-Tang (36 Chambers)” y los primeros lanzamientos en solitario de Method Man, Raekwon o Ghostface Killah, RZA también ha expresado sus inquietudes artísticas fuera del proyecto: bien como Bobby Digital, su alter ego más gamberro y funkoide; bien como productor externo, que le ha permitido grabar para Kanye West, Shyheim, Remedy, Big Pun o The Notorious B.I.G.; o bien como compositor de bandas sonoras, quizás la faceta que mejor resuelve cuando se aleja del núcleo de acción del Clan. “Ghost Dog”, “Afro Samurai” o “The Protector” dan fe de ello.


GZA/Genius.



Primo de RZA y co-fundador del Clan, GZA es el MC más veterano y experimentado de todo el grupo. RZA no contemplaba la banda sin él, no solo por tratarse por esas fechas del rapper con más tablas del colectivo, sino porque su rol en el combo era fundamental, a modo de contrapunto cerebral, lúcido y místico a las salidas de tono y el espíritu más street de sus compañeros. Con una lírica matemática y zen, con la influencia constante del ajedrez y la filosofía oriental y con un arsenal de metáforas asombrosas, su trayectoria se puede definir como regular y consistente, con un par de episodios destacados: “Liquid Swords”, su debut, uno de los puntos álgidos de la factoría Wu; y “Beneath The Surface”, eficiente continuación de aquél.


Method Man.



Su debut en solitario, “Tical”, fue el primer lanzamiento surgido de la factoría después de “Enter The Wu-Tang (36 Chambers)”, y contenía tantos momentos de gloria y brillo que Method Man nunca pudo enderezar su carrera como rapper. El disco parece pensado, escrito y diseñado exclusivamente para su flow, su cadencia, su voz y sus construcciones líricas, y todavía hoy es una de las cumbres musicales de RZA y el cénit artístico de un Method Man que a pesar de algún que otro episodio destacable –su alianza con Redman– ha sacrificado su proyección como MC en beneficio de su faceta como actor.


Raekwon.



Si GZA representaba la parte más mística del Clan y Method Man aportaba el humor fumeta, Raekwon tenía claro su rol en el grupo: el de rata callejera. Trapicheos, slang indescifrable, reputación en las esquinas, estética cuidada e incontables referencias al cine de mafiosos definían el perfil artístico, pero también personal, del Raekwon de “Only Built 4 Cuban Linx…”, para quien esto escribe el mejor disco con matasellos de Wu-Tang Clan después del debut del grupo. No solo es uno de los álbumes con más personalidad de los 90, también es una soberbia carta de presentación del personaje y una obra de orfebrería sampladélica a cargo de un RZA que aquí ya firmaba dos años y medio de genio intratable. Raekwon nunca pudo recuperar el brote de fuerza e inspiración de su debut, y solo cuando accedió a firmar la segunda parte del mismo, “Only Built 4 Cuban Linx… Pt. II”, en 2009, tuvimos la sensación de que revivía el mito.


Ghostace Killah.



En los inicios del Clan, Ghostface Killah destacaba del resto porque aparecía con una máscara que reforzaba su personalidad en el grupo y por el tono más agudo y estirado de su voz. Hermano musical de Raekwon –rápidamente ya se vio que ambos compartían gustos, inquietudes, temática, estilo y posicionamiento en el seno del proyecto–, Ghostface se ha convertido en el mejor rapper de Wu-Tang Clan. También en el miembro con una trayectoria en solitario más sólida y reivindicable: a excepción del fallido “Ghostdini Wizard Of Poetry In Emerald City”, el resto de su amplia discografía brilla con letras de oro en el marco del hip hop neoyorquino de los últimos quince años, con especial atención a “Supreme Clientele”, no solo su obra cumbre sino también uno de los diez mejores álbumes de hip hop de los 90.


Ol´ Dirty Bastard.



La estrella, el punk, el anti-rapper, la pieza indispensable en el engranaje del proyecto. Ol’ Dirty Bastard tenía demasiados problemas –abuso con las drogas, comportamiento anárquico, locura transitoria, hiperactividad…–, pero también unas cuantas virtudes básicas para entender Wu-Tang en toda su dimensión: un flow único e inimitable, un talento lírico a descubrir, una personalidad arrolladora y el carisma radical que le faltaba a buena parte de sus compañeros. RZA tuvo claro desde el principio que Ol’ Dirty era un elemento clave para Wu-Tang Clan, y no tan solo por su vínculo familiar –eran primos–, sino porque aportaba un extraordinario toque de locura, improvisación y credibilidad callejera al conjunto. En vida publicó dos discos en solitario, ambos magníficos, pero por desgracia su trayectoria quedó truncada por su fallecimiento en 2004 y por la larga e inagotable lista de anécdotas personales y legales que le acompañaron en su carrera.


Inspectah Deck.



La trayectoria de Inspectah Deck ha quedado más marcada y definida por sus cameos en discos ajenos que por sus propios lanzamientos. Con uno de los flows más envidiables del panorama hip hop, a Inspectah le recordamos más por sus colaboraciones en “Above The Clouds”, con Gang Starr,“Speaking Real Worlds”, con 7L & Esoteric, “Tru Master”, con Pete Rock, o “Verbal Slaughter”, con The Dwellas, que por referencias como “Uncontrolled Substance” o “Manifesto”, discos lastrados por el mismo problema: producciones low-cost y la sensación de que Inspectah no puede sostener el peso de un álbum completo.


U-God.



Es difícil asegurar si U-God era el peor MC de Wu-Tang Clan, pero indiscutiblemente es el que peor guió su carrera. Apenas participa en “Enter The Wu-Tang (36 Chambers)” –en esos momentos cumplía condena– y sus posteriores apariciones con el grupo, sobre todo en “Wu-Tang Forever”, nunca despertaron mucho interés entre los fans de la banda, que ya tenían como ídolos a otros miembros. Tardó demasiado en debutar, en 1999 con el discreto “Golden Arms Redemption”, y sus constantes disputas con RZA frenaron y finiquitaron sus posibilidades de éxito y triunfo fuera del proyecto. Tristemente su papel ha quedado reducido a los conciertos del grupo.


Masta Killa.



El miembro más tardío en debutar en solitario, Masta Killa tuvo que esperar once años para firmar su primer álbum. Pero la espera valió la pena: “No Said No Date” le pintaba la cara sin problemas a la mayoría de discos que publicaba el grupo o gran parte de sus compañeros en ese momento. Curtido en colaboraciones para otros MCs y ajeno a las prisas y ansias de estrellato, Masta Killa ha pasado desapercibido para el gran público, pero formaba un magnífico tándem con GZA, al que le unía una visión parecida del rap como catalizador de pensamientos y axiomas en las antípodas del tópico y el cliché callejero.


De Wu-Tang Forever al siglo XX.

I
“Wu-Tang Forever” (Loud/RCA/BMG, 1997)


La aparición de “Wu-Tang Forever” (1997), cuatro años después de su debut, cogió al grupo especialmente disperso: buena parte de sus miembros disfrutaban de asentadas trayectorias en solitario y, además, parecía imposible repetir o recrear la espontaneidad de su puesta de largo. Tampoco ayudó la idea de convertir su regreso en un doble álbum –largo y pesado en algunos tramos– y, a su vez, en territorio de fogueo de varios apadrinados de RZA, como si aquello ya no fuera el proyecto madre sino más bien una marca a explotar para otros propósitos. La producción ya no corría íntegramente a su cargo, se exprimía a rappers de la factoría Wu-Tang pero ajenos al grupo, algunos MCs estrella se escaqueaban más de la cuenta y, repito, se podía prescindir de material incluido en el tracklist. Pero incluso así en “Wu-Tang Forever” encontramos algunos de los mejores momentos de toda la carrera del Clan–“Reunited”, “Triumph”, “Visionz”…– y subyace la sensación de que si se hubieran concentrado en un disco simple que aglutinara los hallazgos de cada parte el resultado hubiera sido notablemente superior. Pero la importancia de este retorno no estriba tanto en el contenido como en su significación en el devenir de la banda: la aparición de este proyecto megalómano y ambicioso marcaba el final del grupo tal y como había nacido. En 1997 ya se había conseguido todo aquello que RZA tenía en mente cuando inició la singladura del Clan y cumplió plenamente con sus promesas de conquista, triunfo y dominio de la esfera hip hop: darse a conocer; impactar profundamente en el género en trayectoria ascendente –del underground al mainstream–; poner en órbita un logo, una marca de fábrica; colocar a todos sus miembros más allá del funcionamiento interno del grupo; e influir de tal manera que la susodicha marca funcionara sola, casi por pura inercia.



Lo que vino después ya no tiene tanta fuerza ni relevancia. Giras interrumpidas, actuaciones fraudulentas –míticos conciertos con la formación original anunciada a los que finalmente se presentaban la mitad de los miembros acompañados de MCs de apoyo anónimos–, saturación de lanzamientos residuales y, por encima de todo, dejadez total del proyecto principal: “The W”, “Iron Flag” y “8 Diagrams”, los tres álbumes en estudio que publicaron entre 1997 y 2013, presentaban imperfecciones de todo tipo, pero sobre todo evidenciaron que Wu-Tang Clan estaba concebido para rendir al máximo nivel en sus primeros cinco años y que después se viviría de rentas. Que discos de Ghostface Killah, GZA o incluso Masta Killa presentaran más credenciales que cualquiera de estos tres títulos supone una pista bastante clarificadora sobre el estado en que se hallaba la banda en el cambio de siglo. ¿Qué tiene el Clan hoy en día?... Veinte años más a sus espaldas, unos cuantos ceros en sus respectivas cuentas corrientes, algunos discos imprescindibles para explicar en qué consiste el hip hop y una misión: saldar una deuda histórica con el público y recuperar la magia que supieron tener cuando eran promesas.


Fuente: playgroundmag.net

SHARE

About Fde

0 comentarios :

Publicar un comentario