E.E.R.: "Africa en la casa... en tierras Rosarinas", reseña sobre el docu El Gran Rio

Written By Fde on 28.6.13 | 28.6.13


Los invitamos a leer este articulo sobre el documental "El Gran Rio". El mismo es una interesante historia de un refugiado africano que llego a Rosario en busca de mejor vida, dejando su tierra, su familia y costumbres atrás, pero emprendiendo nuevos proyectos en estas desconocidas pampas. Black Doh, el tipo en cuestion es un rapero y más allá de fronteras y distancias, sigue dando a conocer a su musica y su historia de vida... ¿Enterense, clavense el docu por demás recomendado y comenten gente!




Es digna de un film de aventuras la historia de David Dodas Bangoura. Nacido en Guinea, desde pequeño el muchacho intentó fugar reiteradamente de su país como polizonte, fracasando en varios intentos sucesivos, que lo llevaron y trajeron a/desde los destinos más exóticos. Una vez logró llegar hasta Uruguay, pero lo agarraron y lo mandaron de vuelta a su país. Lejos de amilanarse, David volvió a intentarlo. Llegó hasta París en un barco chino y más tarde pasó por Ucrania, de allí viajó a Siberia y finalmente recaló en Egipto. En ambas ocasiones volvió a ser deportado, hasta que un último intento tuvo éxito, desembarcando de un barco vietnamita en el puerto rosarino de San Lorenzo. Pidió asilo como refugiado político (aunque hasta un legajo de Tribunales desmiente que el muchacho tenga el menor interés en la política) y lo obtuvo. Desde ese momento, mediados de la década pasada, David vive en Rosario, donde cuando puede pinta casas y mientras tanto graba el que deberá ser su primer disco. Ah, sí, porque lo que a David siempre le gustó fue cantar. Cantar rap. Rap africano, bajo su nombre artístico, Black Doh.

Cuando está por cumplirse una hora desde el comienzo del documental El gran río, David participa de un soberbio asado, que detona entre vasos plásticos con esa cerveza de nombre de tribu autóctona y una admirable jarra de sangría. Pero David no es un pibe argento más: su apellido es Bangoura, su país es Guinea y su nombre artístico, Black Doh. La curiosidad de la escena es mínima si se la compara con los recovecos de la gran historia de este joven músico que llegó a Rosario como polizón y grabó un disco de rap. Su vida reciente, digna de un dramón a la manera de Biutiful, de un documental sobre la música underground negra como Rise Up o de una de aventuras como Tintín en igual medida, fue registrado por el realizador Rubén Platáneo en El gran río, documental en cartelera en el Gaumont.


Antes de recalar en el puerto rosarino de San Lorenzo a bordo de un barco vietnamita, Bangoura pasó por Uruguay, de donde lo deportaron; por París, Ucrania, Siberia y Egipto, donde le pasó lo mismo. Hasta que, sin agua ni comida, durante un mes navegó sin saber adónde. Su camarada no lo soportó y falleció en altamar, y él terminó como “refugiado político” en Santa Fe. Del giro del destino, Black Doh capitalizó una plataforma para hacer música que, igualmente, no es el foco de este documental. Más bien, lo que Platáneo construye es una historia no lineal (la de David, familia y amigos argentinos) que le sirve para ilustrar la vida en este país de la diáspora africana, los lazos fraternales que se tienden en el bajofondo social y un relato sin tiempo ni lugar sobre la inmigración. Su película permite un acercamiento crudo, apenas editado, y por cierto muy bello –la fotografía es fantástica– al detrás de escena de los africanos que, para muchos, sólo han llegado aquí a vender bijouterie.

El regreso del rapero al puerto de Conakry, en Guinea, con su primer disco (cuya realización documenta El gran río) como equipaje, despunta un final sin orquesta, donde las vibraciones artísticas y personales se repelen: Doh debió abandonar su lugar en el mundo y errar en su elección de un barco para poder encontrar, en ese revés, su lugar en la música.

Escrito y dirigido por el realizador rosarino Rubén Plataneo, en una primera instancia El gran río (título que no alude precisamente al Paraná, claro, sino a las aguas que separan la tierra natal de David de la de adopción) registra, sin pretensiones totalizadoras, los trabajos y los días del protagonista (baggys, remera, bonitos dreadlocks rubios) en Rosario. David busca trabajo y una pensión donde parar, se junta con amigos locales, come un asadito, se encuentra con un compatriota que desde que perdió la cabeza duerme en la calle, charla con una chica canadiense con la que empieza a salir, entra a grabar en un estudio y rapea. Lindos raps los de David o Black Doh, que cuenta en ellos lo que le pasa o le pasó, mezclando indiscriminadamente el castellano, el francés (lengua colonial) y el soussou, idioma de su país. “No sos mi padre, rescatá un poco...”, frena a un amigo que se estaba poniendo pesado con los consejos, así como más tarde le pedirá a otro que deje de chamuyar, echándolo finalmente con un “tomatelás...”. Casi diez años de estadía dejan su huella, y a esta altura David es tan guineano como rosarino.


En una acertada decisión narrativa, Plataneo narra toda esa primera parte como si se tratara de la ilustración en imágenes de la carta que (se supone) David envía a su madre y que de a ratos se deja oír en off. En un corte violento, tanto en sentido geográfico como narrativo, la segunda parte transcurre en la ciudad natal de David. Allí el equipo de rodaje dialoga con la mamá y hermanos del protagonista, aprovechando para registrar las oposiciones que van de la aldea con cabras y casas de adobe a la gran ciudad a la que fue a parar el muchacho, del otro lado del gran río. Más allá de algún detalle simpático (“sacate esas dreadlocks, que no son de hombre”, regaña mamá en otra “carta” en off), ese viaje al origen tiene menos interés (ni qué hablar de dramatismo) que los relatos de David como polizonte internacional –que incluyen la muerte de un compañero y casi un mes encerrado en la bodega de un barco, sin comida ni bebida– o la propia cotidianeidad rosarina, cuando la amabilidad y simpatía del protagonista hacen del espectador un amigo más.

Reseña extraída de Pagina12.com

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