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E.E.R.: No voy a censurar mis letras, el rapero somali KNaan sobre las consecuencias de ser famoso

Written By Fde on 24.1.13 | 24.1.13



El rapero de origen somalí, uno que vale la pena descubrir por cierto; nos cuenta en esta nota una linda fábula de su infancia y otra no tan feliz que le toco vivir en carne propia al mudar su música a los Estados Unidos. Nosotros que el chabón nos hubiéramos quedado laburando en el estudio del viejo Roberto Nesta Marley, pero bueno... Así y todo el tipo con su nombre ganado en el mercado musical, se ve que tiene bien en claro que a sus letras no las van a callar tan fácilmente. Pasen, lean y escuchen, muchachada...


Censurarme a mi mismo por la fama

Les voy a contar una historia sobre la fama. Lo oí primero como una fábula en Somalía, antes de vivirlo realmente en Estados Unidos. El zorro, se decía, tenía un andar elegante, por el cual los otros animales lo amaban y admiraban. Un día, el zorro vio que un profeta se cruzó por su camino y decidió imitarlo porque quedó maravillado con ese personaje y quiso ser como él. Así se dispuso a andar, pero no podía imitar el paso del profeta. Peor, él olvidó su propio andar. Entonces adquirió el andar del zorro tal cual lo conocemos hoy para siempre, un andar que no el suyo verdadero, el original.

Ahora mismo, las presiones de la industria de la música me dicen que tengo que cambiar el “andar” de mis canciones. Cuando escribo desde la parte más profunda de mi corazón, mis representantes dicen, que les recuerdo a la gente de Somalía, de dónde escape cuando era niño. Ahora mi audiencia es yanki, entonces mis canciones deberían reflejar la tierra donde he decidido vivir y trabajar.

Ellos tienen una regla. Las canciones de un músico no son solamente propias; él las comparte con una audiencia. De todos modos Somalía es donde mi vida y poesía comenzaron. Y ese es mi “andar” y no quiero perderlo, sofocarlo o censurarlo en nombre del marketing.

Viví la censura cuando era un niño en Mogadishu, un día en el patio de mi casa y escuchando una radio que casi ni se oía por el volumen tan bajo en el que estaba encendida. Los adultos se acomodaron alrededor de la radio, escuchando una canción. Y pregunté por qué una canción tenía que ser escuchada casi como un susurro mientras que otras podían oírse a todo volumen por todo el pueblo. Estamos viviendo una guerra, me dijeron, y algunas canciones tenían significados que el gobierno no quiere que se difundan. Estas "anti canciones" son diferentes a las canciones de amor, o las canciones tradicionales. Tienes que tener mucho cuidado en la preparación de las palabras que vayas a utilizar. En una canción de amor, las palabras podrían tener colores brillantes; en “anti canciones”, podes atacar camufladamente. Y por eso, pude aprender sobre el poder que puede conllevar una lírica para encapsular la magia, decir lo que no quieren que se diga o encender la alarma.

Llevo grabados tres discos al día de hoy. Unos días antes de que registre el tercero, que fue lanzado a la venta en octubre, recibí una llamada telefónica del sello discográfico para “que tengamos una pequeña conversación antes de que las canciones fueran escritas”… Me gusta escribir en el momento.

Para los dos primeros álbumes, no hubo “pequeñas conversaciones”. Claro que no era tan conocido. Así que aquí les comienzo a relatar mi historia.

En 2005 encontré un estudio de grabación barato y grabe una canción sobre las matanzas de la guerra en Somalia: "Comenzamos nuestro día por el ruido de un arma... usted no paga en el puesto militar, usted consigue su tiro en la garganta... Ando con tres niños que no pueden esperar para encontrar a Dios últimamente, Bucktooth, Mohamed y el Llorón".

En 2008, con un precario presupuesto para grabación, me tiré el lance de ir hasta Jamaica, al viejo estudio de Bob Marley, y canté sobre un buena amiga, que era muy joven y ya estaba condenada.

"Fátima, Fátima, estoy en América, hago rimas y las hago delicadas, te gustarían los parques de Connecticut... Condenado el tirador, condenado el edificio, cuyas paredes ocultaron la sangre que ella derramó, maldito el país tan bueno en matar, maldito usted sentimiento, por todavía perseverar".

Era mi voz más verdadera, la angustia de mi continente en una historia personal. Cuando canto, mi audiencia no está escuchando música solamente; están viendo geografía, historia, sociología, política. Y sí, esto me hizo conocido.

Volviendo a la “pequeña charla” con los representantes del sello. Recuerdo que me invitaron a desayunar en un bar en el Soho en Nueva York, hablamos de como hacer crecer mi “audiencia” yanki. Para esto me sugirieron cambiar mis letras, los ejecutivos de mi sello dijeron; los programadores de radio evitan pasar música que no hable de diversión y de ensimismamiento.

Y por primera vez, sentí la censura del éxito. Cuando me alejé de aquel bar, sentí que muchas de mis letras “aún por ser escritas” estaban heridas y ya no sabría si serían canciones o por lo menos me generaban una duda interna muy grande. Una pregunta había levantado su mano en mi alma: ¿Qué haría después del éxito?, ¿Cómo hacer para mantenerlo si es que lo logro?.

Si esto era censura, pensé, era una nueva clase, una que me tengo que imponer a mi mismo. El sello no me decía “que tengo que hacer”, solamente me daba opciones e información, sobre mi “audiencia”, muchachas estadounidenses de 15 años, sobre todo, quienes sabían poco y nada de Somalia, el país que me vio nacer. Me sugerían cantar para el público yanki, como si fuera de su país.

En ese país también aprendí sobre la diferencia entre el público de radio, de los “40 principales” y el contemporáneo adulto; entre el de la música folk y el urbano. Y entre los oyentes de música comercial y los que no oyen lo que pasa la radio y prefieren investigar y escuchar lo que sale independiente en el under. Durante un segundo, una voz dentro mío me grito con horror: "¡Hey, eso soy yo!, ¡La opción C, los que no escuchan lo que pasa la radio!")

Y allí estaba yo, temblando entre la duda y la conciencia de mí mismo. Yo había comenzado en la Opción C, esforzándome y soñando con componer (y por favor permítanme un poco de “autobombo” aquí) mi propio "Natty Dread" o mi propio “The Times They Are Changing".

Pero ahora, después del desayuno, otra voz estaba allí, susurrándome lo chica que la ventana de la oportunidad era. Con un buen contrato y haciendo caso a los ejecutivos del sello podría hacer que mi música llegue a más personas, esto me decía.

¿Estaría bien escupir en la cara de la fortuna, y no andar con el ritmo de mi nueva audiencia? ¿No esta buena un poco de azúcar antes de tomarse un amargo remedio?

Entonces comencé a decir sí. Sí a que me compongan las pistas productores de primera línea, sí a mudar mis grabaciones del viejo estudio de Bob en Kingston a Los Angeles. Sí al cambiar nombres en mis canciones por Marys o Johns. Entonces algunas canciones se convirtieron en temas radiales mucho más amistosos, pero infinitamente más baratos. En mi segundo disco, yo había cantado sobre la necesidad de mi madre de olvidar a mi primo muerto en la guerra de Somalía, en la letra decía: "Trago amargo cuando ella tuvo que escoger a quien llevar con ella..." Ahora hice un tema llamado "¿Está Alguien Ahí?", una canción muy americana sobre los males de las medicinas, con sólo un "Su nombre era Adam, cuando su mamá lo tenía"

Al primero tema lo escribí como un pincelada de mi alma, con mucho sentimiento por lo que me toco vivir; el otro tema medio que lo sentía como un cuerpo sin alma en absoluto.

Entonces me encontré no habiendo hecho mi tema “Marley” o mi tema “a lo Dylan”, ni siquiera mi tema K´Naan; había hecho un disco en el cual habían unas pocas canciones genuinas y el resto estaban silenciadas por la sirena ruidosa de la ambición. Fátima se había convertido en María y Mohamed ahora era Adam. Ahora dudo que mi imagen de estrella idolatrada o de pequeña revelación en Estados Unidos no puede llegar muy lejos; mientras por esa “fama” tenga que modificar mi lírica, si hay algo que no puede ser abandonado es su vida, sus experiencias, su equipaje histórico. No puedo dejar de lado mi estilo, mi forma de ser, mi “andar”. Me imagino que las muchachas de 15 años pueden entender esto. Si no intelectualmente, quizás espiritualmente.

Vengo con todo mi equipaje de Somalia, de la poesía de mi abuelo, de rimar y “pintar” el ritmo con versos verdaderos, de la guerra, de ser a un inmigrante, de ser a un artista, de tener que explicar ciertas cosas que no todo el mundo sabe, o no escucha. Incluso en los temas con melodías amistosas, algo de mi voz habla de historia, de historia oscura, de victorias perdidas.

Entonces no soy un artista muy fácil de vender en la radio ni en los 40 principales ni en la emtiví. Lo que soy es un zorro que quiso andar como un profeta y ahora trata de descubrir de nuevo su propio paso, su andar posta. Creo que no voy a encontrar nunca mi viejo andar, pero espero un día ver la belleza en la cojera desgraciada que la vida te va dando.


K'naan es un músico Somalí y poeta radicado en Nueva York.

Un video de K'Naan cuando mantenía su andar elegante y original:
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